Graciela Taquini, 2005

Texto de Graciela Taquini para la muestra Zelle, Dresden, 2005

Considero a Ricardo Pons una rara avis en la escena del arte argentino. Desde siempre ha cultivado un perfil bajo, no se ha alienado como muchos artistas de su generación  en una ambiciosa e inútil búsqueda de una “carrera artística”, puesto que ha entendido sabiamente  que no hay un “lugar” a donde ir. No por nada un motivo recurrente que parece repetirse en muchas obras contemporáneas es la del mito de Sísifo, una referencia al tremendo esfuerzo que significa vivir para el hombre contemporáneo, sujeto a miles de decisiones, donde las metas son efímeras y requieren esfuerzos denodados.  Sin embargo los esfuerzos de Pons no son vanos, su perseverancia y la profundidad de sus búsquedas  le ha permitido no desaprovechar las posibilidades del acotado sistema del arte local.

De muy joven tuvo una fuerte vocación musical, desde fines de los  80 desarrolló tareas de musicalizador de cortos en Super 8. Se produjo en ese momento un trabajo intenso de integración en equipos de cine independiente, compartiendo experiencias.  Cuando en 1992 descubre las posibilidades del video comienza su camino personal, bastante solitario,  acompañado de su mujer, la artista Gabriela Larrañaga, donde desarrolla una labor de realizador integral, obsesivo y perfeccionista en el campo de la imagen y la banda sonora a fin de dominar  los vericuetos de “lo audiovisual”

Posee una personalidad muy definida, gustos particulares que van del jazz a la historia argentina, un afán coleccionista. Aparece siempre una tensión entre  su estructurada formación de ingeniero eficiente y su sensibilidad y búsqueda de una poética propia.  Es  un estudioso reconcentrado y serio y la vez sorprende con su insólito humor ácido. Ostenta un compromiso profundo con su ideología con lo que aspira para su país, su familia y su vida. ¿Que profundas raíces tendrá su obsesión por las utopías?. Cuando era chico quería ser aviador. Admiraba los astronautas y los viajes espaciales. La pregunta por la utopía que es una constante en su obra tiene que ver con la construcción del  futuro, con una cualidad proyectiva, con un thelos y sobre todo con un deseo de cambio enraizado en la tradición y la historia.  No por nada su obra cita constantemente a los inmigrantes, los anarquistas, al optimismo de los 50 en la ciencia y la tecnología,  a las luchas de los militantes de los 70, hasta  los hackers. “Adhiero más a la idea de las utopías como un estado de “energía potencial” desde el punto de vista social y también desde el arte. Su valor es referencial. Están en ese no-lugar topográfico que es la mente de todos, pero que también puede ser tomado individualmente”.

En su recorrido artístico, en la resistencia y superación de las dificultades y las piedras en el camino, Ricardo Pons no ha dejado de cuestionarse sobre la realidad argentina y de producir obras originales, manifiestos de su visión política y poética del mundo.  Su imaginario está poblado de un blanco y negro reiterado pero donde lo experimental supera lo documental. Parece desconfiar de la palabra hablada, sus videos son lacónicos y sus textos son breves y contundentes. Conviven el pasado, el presente y el futuro, pero no solo el futuro próximo sino uno mucho más allá.

Graciela Taquini, 2005
Curadora Independiente / Asesora Canal Ciudad Abierta / Señal cultural de Cable del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires